sábado, 31 de diciembre de 2011

* TRES CONSEJOS PARA EL NUEVO AÑO *

PERDONA
No comiences el año entrante con un corazón lleno de heridas que no has sanado por no perdonar el daño que alguien provocó en tu vida. Antes de que llegue la hora en punto inclusive mientras lees estas letras, perdona a los que tanto daño te han hecho este año y deja atrás lo que te hicieron, el dolor y la amargura que eso te provocó. Que perdones no quiere decir que todo volverá a ser igual con esa persona, pero si libera tu corazón de ataduras y te permite continuar creciendo. Que tu próximo año sea uno donde lo comiences sin rencor ni amargura para nadie.

AGRADECE
Es muy probable que este año no haya sido el mejor de toda tu vida. Adivina que: todos tienen ese mismo sentir respecto a su año. Cuando nos sentamos a reflexionar sobre las experiencias vividas nos damos cuenta que este año fue muy difícil, doloroso o simplemente no trajo todo lo que esperábamos. Sin embargo, estas vivo, estas leyendo estas letras con las que te deseo recordar que DIOS TE AMA y te ha tomado en cuenta en su propósito. Si aun estas aquí en la Tierra es porque DIOS TIENE PLANES CONTIGO, planes que desea cumplir. No despidas este año sin agradecerle a Dios por las bendiciones que recibiste, por tu vida y la de los que aun están a tu lado, por las enseñanzas, los momentos buenos y los malos, también.

ESCOGE A DIOS
En este año que pasó ya no hay nada más que hacer, solo queda despedirlo y guardar en nuestra memoria los recuerdos de las experiencias vividas. Pero un año nuevo comienza y esto presenta nuevas oportunidades, decisiones que tomar, proyectos que desarrollar y la famosa lista de resoluciones. Antes que nada, decide permitirle a Dios guiar tus pasos en este nuevo año, que Él sea tu guía, refúgiate en el en medio de las tormentas, escucha su voz al momento de tomar una decisión y escógelo a Él como prioridad en tu vida.

Dicen que la vida es corta y hay que vivirla disfrutándola al máximo, esa diversión y felicidad de la que hablan cuando dicen esto es pasajera. La vida sí es corta cuando reflexionas en todas las cosas que deseas hacer y ciertamente lo ideal es vivir una vida plena y llena de gozo. Busca ese gozo y plenitud en Cristo, ¿Sabes sonreír en medio de la tribulación? ¿orar por el último pedazo de pan que comerás en semanas? ¿dar gracias y cantar himnos de gozo luego de perder a un ser querido? Yo he visto cristianos hacerlo, yo misma he logrado sonreír en momentos tristes y logro sentir esperanza aún en la tribulación. Eso me lo ha dado el hijo de DIOS, JESUCRISTO. Vivir una vida con Cristo no sólo nos permite disfrutar sus bendiciones sino que moldea nuestro carácter y nos permite disfrutar nuestra existencia aun cuando todo se ve negro y parece no haber solución.

Oro para que este año lo comiences con un corazón nuevo y libre de rencores, una actitud positiva, un espíritu agradecido por todo lo que tienes y lo que esta por venir. Le pido a Dios que muestre su gloria en tu vida y en la mía para que recordemos siempre que Él es nuestra razón de vivir. Finalmente deseo que puedas hallar gozo y plenitud en tu caminar con Cristo, que aprendas a ver en cada paso que das las bendiciones para las cuales Dios te prepara. Amén. 

jueves, 29 de diciembre de 2011

¿Por qué sigue la gente a Jesús?

Cuando Jesús anduvo en este mundo, una gran multitud le siguió. Venían por todo tipo de razones —algunas nobles, algunas egoístas. Lo mismo es cierto hoy día. Es importante que entendamos lo que motiva a la gente a venir a Cristo, porque no todos los que le buscan son en verdad sus seguidores. De hecho, cada uno de nosotros necesita analizar su andar con el Señor. ¿Qué es lo que queremos de él? ¿Qué tan consagrados estamos a ser sus discípulos?
Muchas de las personas que siguieron a Jesús, lo hicieron porque tenían necesidades urgentes que solo él podía satisfacer. Adondequiera que iba, le traían a enfermos y a endemoniados —esta es una de las formas que tiene Dios de atraernos a él. Quienes pueden resolver todos sus problemas, nunca necesitan un Salvador.
Otras venían por el sensacionalismo. Querían ver las señales y milagros. Hoy, algunas personas vienen a la iglesia para sentirse animadas, pero las experiencias sublimes en las alturas son seguidas siempre por valles de sombras. Cuando vienen las adversidades y los problemas, esas personas se apresuran a abandonar al Señor.Pero los discípulos de Jesús le siguieron porque creyeron en verdad que él era el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 16.16). Su compromiso iba más allá de las emociones o necesidades. Ellos querían conocer a Cristo y caminar con él.
¿Está más interesado en lo que Jesús puede hacer por usted que en estar con él? ¿Le resulta difícil mantener su compromiso sin una experiencia emocional que le sostenga? Nuestras necesidades físicas y emocionales puede llevarnos a Dios, pero nunca deben ser el motivo para caminar con él.

lunes, 26 de diciembre de 2011

La presencia de Dios en medio de la humanidad se ha vuelto cada vez más familiar, desde una nube gloriosa en el templo, hasta el Hijo de Dios encarnado y viviendo entre hombres, y ahora mediante la presencia de su Espíritu morando en el corazón del creyente. Por eso Jesús dijo que era mejor para nosotros que él se fuera, para que el Consolador pudiera venir.
Mientras estuvo en la Tierra, Cristo se vio limitado por su condición humana. Podía estar solo en un lugar a la vez. Pero después de su ascensión, el Espíritu Santo vino a vivir dentro de sus seguidores, impartiéndoles sabiduría divina, iluminación y poder. Si usted quiere ver la diferencia que marcó esto, simplemente compare la vida de los discípulos antes y después de Pentecostés. Se transformaron, de hombres temerosos que se escondieron en una habitación bajo llave, en predicadores osados dispuestos a sufrir por el evangelio de Cristo.
El Señor quiere hacer más que vivir entre nosotros en la persona de su Hijo; él desea hacer su voluntad en nuestras vidas. Pero sin su presencia en nuestro interior, nunca podremos llegar a ser lo que él quiere que seamos, o realizar las tareas que nos ha llamado a realizar. Por medio de su Espíritu, Cristo vive en nosotros, produciendo su fruto y dándonos poder para hacer su obra. Si realmente creemos esto, viviremos como los victoriosos hijos de Dios que somos.
Si usted es creyente, piense en la increíble oportunidad y bendición que tiene: aunque se sienta impotente para lograr un cambio, o insuficiente para realizar una tarea, el poder de Dios reside dentro de usted. Ningún reto es insuperable, porque el Espíritu Santo es mayor que cualquier obstáculo que enfrenta.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Jesús

La fecha del nacimiento de Jesús es desconocida, pero la tradición religiosa la fijó en el 25 de diciembre.

       El término «niño Jesús», muy pronunciado por la gente en estos días, subraya la insignificancia en la cual nació Jesucristo, y este hecho nos cuestiona a todos. Porque ese niño que nació allí, en medio de la indiferencia general, era el Hijo de Dios, el que creó el Universo. Para visitar a su criatura escogió hacerlo de la manera más humilde, y esto nos conmueve, pero no debe hacernos olvidar quién es él y qué fue lo que dijo el ángel a su madre antes de su nacimiento: “Este será grande”. Podemos ver esta grandeza moral en los evangelios.

       Dios fue glorificado en todo lo que Jesús hizo, desde su nacimiento hasta su muerte. Dos veces el Padre declaró: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17; 17:5). Por eso lo resucitó, confiriéndole eternamente un lugar de autoridad y de gloria. 

       Él vive para siempre, y un día reinará sobre el mundo. Cada uno tendrá que darle cuentas. Hoy se presenta todavía como Salvador. No deje pasar este fin de año sin aceptar a Jesús como el “gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

lunes, 19 de diciembre de 2011

Cómo encontrar satisfacción

Dios nos ha dado muchas cosas para que las disfrutemos. Pero con frecuencia vivimos llenos de agitación en vez de satisfacción. Cuatro prácticas que generan insatisfacción son:
El ajetreo. Vivimos corriendo de una actividad a otra. Jesús no se apresuró a ninguna parte, y aun así realizó todo lo que su Padre le mandó a hacer. Ni una sola vez dijo a sus discípulos que anduvieran más rápido. Incluso alabó a María por haber decidido pasar tiempo con él (Lc 10.39, 42).
La perspectiva terrenal. Muy a menudo, vivimos enfocados en nuestras circunstancias. Nuestras mentes piensan en las actividades de la semana, el mes o el año próximos. Con razón, el disfrute de la vida sigue siendo escurridizo. La solución es tener una perspectiva eterna, que reconoce que Dios tiene el control, y que nuestro objetivo es agradarlo a él.
La presión autoimpuesta. Todos hemos experimentado las cargas inevitables de las responsabilidades. Pero nos autoimponemos presiones innecesarias cuando dejamos que el "tienes que" y el "debes" nos gobiernen. El remedio es acudir a Dios, reconocer el derecho que él tiene de decirnos lo que debemos hacer, y pedirle que nos indique su plan.
Actitudes perjudiciales. El perfeccionismo, los falsos cargos de conciencia y la falta de entusiasmo, debilitan nuestro disfrute de la vida.
La satisfacción se halla en una vida que refleje las prioridades de Dios —y pasar tiempo con él es lo primero. Al leer su Palabra, nos volvemos conscientes del gran amor del Padre, aprendemos lo que él considera importante, y experimentamos el gozo de pertenecer al Señor.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Confiar en la fidelidad de Dios

¿Le parece a usted demasiado difícil algo que le ha dicho Dios que haga? Puede tener la seguridad de que si le llamó a hacer su voluntad, él será fiel para ayudarlo a lograrlo por medio del Espíritu Santo que vive y actúa en usted. Así que, si le dice: "No puedo hacer eso, Señor", lo que está diciendo, en realidad, es: "Dios no cumple su palabra". De manera que, todas nuestras expectativas deben estar puestas en él, no en nuestras fuerzas o capacidades.
Cuando usted duda de la fidelidad de Dios, esa incredulidad se convierte en una grieta en su armadura espiritual, y puede tener la seguridad de que es allí donde Satanás le atacará. Comenzará a dudar del carácter de Dios —de su bondad, por ejemplo—, y esa desconfianza se convertirá en una pesada carga que arrastrará innecesariamente a cada aspecto de su vida.
Podrá sentir que no tiene suficiente fe para obedecer, pero Dios no le está pidiendo que tenga fe cuando las circunstancias sean favorables, sino que tenga confianza en que él es quien dice ser.
¿Cree que Dios es un mentiroso? Es así de sencillo: O Dios es fiel o no lo es. Pero si cree que la fidelidad es parte del carácter de él, entonces podrá hacer cualquier cosa que el Señor exija. Se verá fortalecido por su dependencia de él, ya sea que venga un diluvio de pruebas o una inundación de bendiciones.
Cuando la vida se le vuelva dura y difícil, la dulzura de la fidelidad de Dios se hará verdaderamente real en su corazón. Al caminar a través de estas tormentas con absoluta confianza en el poder de Dios, su confianza en el carácter del Señor se vuelve parte de lo que usted es, y le fortalece interiormente.

martes, 13 de diciembre de 2011

Gozo contagioso

Jesús nos llama a ser sus "testigos". Pero hay cristianos que piensan que necesitan habilidad o carisma excepcionales para poder comunicar las buenas nuevas a los demás. Sin embargo, testificar no es simplemente hablar del "plan de salvación" con alguien. La palabra significa literalmente ver, escuchar, o conocer por presencia y percepción personales; dar testimonio de; dar u ofrecer evidencia de algo. Cuando Juan escribió que lo que estaba compartiendo lo había experimentado por sí mismo, estaba diciendo: "¡Estoy lleno de gozo por la experiencia de conocer a Jesús, y quiero invitarles a participar de ese gozo!"
Cuando usted está enamorado de alguien, se siente entusiasmado por la relación y el tiempo que pasan juntos. Asimismo, cuando usted está enamorado de Cristo, no se guarda para sí el gozo que surge de conocerle; este gozo se desborda, dando testimonio y fortaleciendo a otros creyentes. En realidad, al dar usted testimonio de quién es Dios y de qué manera está él obrando en su vida, no importa si lo dice en voz baja o con gran exuberancia: en su espíritu, los cristianos estarán conscientes de un regocijo genuino y profundo en sus corazones, que va más allá de la felicidad natural. Y las personas que todavía no conocen al Señor, ansiarán tener la relación que usted tiene. De esa manera, se sentirán atraídas por el Espíritu de Dios en usted.
Ser testigo de Cristo no es asunto de elocuencia o talento. Es un desborde de su relación con Dios que le conforma a imagen de él. Cuando usted permite que el Espíritu Santo muestre la vida y el poder del Señor por medio de usted, un gozo contagioso será el "fruto" de la presencia de Dios en su vida.

sábado, 10 de diciembre de 2011

¿Cómo puedo experimentar el gozo en mi vida cristiana?

 Los períodos de tristeza y depresión pueden entrar aún en la vida de los más devotos cristianos. Vemos muchos ejemplos de esto en la Biblia. Job deseaba que nunca hubiera nacido (Job 3:11). David oraba para que fuera llevado a un lugar donde no tuviera que lidiar con la realidad (Salmo 55:6-8). Elías, aún después de vencer a los 450 profetas de Baal pidiendo que bajara fuego del cielo (1 Reyes 18:16-46), huyó al desierto y le pidió a Dios que le quitara la vida (1 Reyes 19:3-5). 

Así que, ¿cómo podemos superar estos períodos de ausencia de gozo? Podemos ver cómo estos mismos personajes superaron sus momentos de depresión. Job dijo que, si oramos y recordamos nuestras bendiciones, Dios nos restaurará el gozo y la justicia (Job 33:26). David escribió que el estudio de la Palabra de Dios alegra el corazón (Salmo 19:8). David también descubrió, que era necesario alabar a Dios aún en medio de la desesperación (Salmo 42:5). En el caso de Elías, Dios lo dejó descansar por un tiempo y después envió a un hombre, Eliseo, para atenderlo (1 Reyes 19:19-21). Nosotros en la actualidad aún necesitamos amigos con quienes podamos compartir nuestras heridas y penas (Eclesiastés 4:9-12). Trata de compartir cómo te sientes con algún hermano en Cristo en quien tú confíes. Puede sorprenderte descubrir que él también ha estado batallando con algunas de las mismas cosas por las que estás pasando ahora.

Lo más importante es que, al morar inevitablemente dentro de nosotros nuestros problemas, nuestras heridas y especialmente nuestro pasado, éstos jamás producirán un verdadero gozo espiritual. El gozo no se encuentra en el materialismo, ni se encuentra en la psicoterapia, y ciertamente tampoco se encuentra en la obsesión con nosotros mismos. Se encuentra en Cristo. Los que pertenecemos al Señor “… nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” (Filipenses 3:3). El conocer a Cristo es llegar a tener un sentido adecuado de nosotros mismos, y un verdadero espiritualismo interior en Cristo, haciendo imposible el gloriarnos en nosotros mismos, en nuestra sabiduría, fortaleza, riquezas, o bondad, sino en Cristo, en Su sabiduría y fortaleza, en Sus riquezas y bondad, y en Su Persona solamente. Sumérgete en Él, en Su Palabra, y busca conocerlo más íntimamente. Si le permanecemos, Él ha prometido que “nuestro gozo será cumplido” (Juan 15:1-11). 

Finalmente, recuerda que es sólo a través del Espíritu Santo de Dios, que podemos encontrar el gozo verdadero (Salmo 51:11-12; Gálatas 5:22; 1 Tesalonicenses 1:6). No podemos hacer nada, aparte del poder de Dios (2 Corintios 12:10, 13:4). En efecto, entre más tratemos de estar gozosos a través de nuestros propios recursos, más miserables podemos llegar a ser. Descansa en los brazos del Señor (Mateo 11:28-30) y busca Su rostro a través de la oración y la Escritura. “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Romanos 15:13)


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viernes, 2 de diciembre de 2011

La Biblia es una revelación progresiva. Si te saltas la primera mitad de cualquier buen libro y tratas de terminarlo, tendrás dificultades para entender los personajes, la trama, y el final. De la misma manera, el Nuevo Testamento es plenamente comprendido sólo cuando es visto como erigido sobre los cimientos de los eventos, personajes, leyes, sistema sacrificial, pactos y promesas del Antiguo Testamento (AT). Si solo tuviéramos el Nuevo Testamento (NT), al venir a los Evangelios, no sabríamos por qué los judíos estaban buscando al Mesías (un Rey Salvador). Sin el AT, no comprenderíamos por qué este Mesías vendría (ver Isaías 53); no seríamos capaces de identificar a Jesús de Nazaret como el Mesías a través de muchas detalladas profecías que fueron dadas concerniente a Él (por ej., Su lugar de nacimiento (Miqueas 5:2); el modo en que moriría (Salmos 22, especialmente vv. 1, 7-8, 14-18; Salmos 69:21, etc.), Su resurrección (Salmos 16:10), y muchos más detalles sobre Su ministerio (Isaías 52:13; 9:2, etc.).

Sin el AT, no entenderíamos las costumbres judías que son mencionadas en pasajes del NT. No entenderíamos las perversiones que hicieron los fariseos a la ley de Dios, al añadirle sus tradiciones. No entenderíamos por qué Jesús estaba tan enfadado mientras Él purificaba el patio del templo. No entenderíamos que podemos usar la misma sabiduría que usó Jesucristo en Sus muchas respuestas a Sus adversarios (tanto humanos como demoníacos). 

Sin el Antiguo Testamentos nos perderíamos de numerosas profecías detalladas que sólo pudieron cumplirse porque la Biblia es la Palabra de Dios, no de los hombres (ver los profetas mayores y menores) (p. ej., Daniel 7 y los capítulos siguientes). Estas profecías dan detalles específicos sobre el levantamiento y caída de naciones, cómo caerían, si se levantarían nuevamente, cuáles poderes serían los siguientes en emerger, quienes serían los actores principales (Ciro, Alejandro el Grande, etc.), y qué sucedería a sus reinos cuando estos personajes murieran. Estas detalladas profecías son tan exactas que los escépticos atacan diciendo que tuvieron que haber sido escritas después de los hechos. 

El AT también contiene numerosas lecciones para nosotros a través de las vidas de sus muchos personajes falibles. Al observar sus vidas podemos ser animados a confiar en Dios sin importar lo que suceda (Daniel 3), y a no comprometernos en las cosas pequeñas (Daniel 1), para que seamos fieles más tarde ante las cosas grandes (Daniel 6). Podemos aprender que es mejor confesar el pecado pronta y sinceramente, en lugar de pasar la culpa a otros (1 Samuel 15). Podemos aprender a no jugar con el pecado, porque nos encontrará desprevenidos y su mordida es mortal. (Ver Jueces 13-16). 

Podemos aprender que necesitamos confiar (y obedecer) a Dios si esperamos experimentar la vida en Su tierra prometida en esta vida y Su paraíso en la próxima (Números 13). Aprendemos que si consideramos el pecado, sólo nos estamos exponiendo a cometerlo (Génesis 3; Josué 6-7). Aprendemos que el pecado tiene consecuencias, no sólo para nosotros mismos, sino para nuestros seres amados y a la inversa, que nuestro buen comportamiento tiene recompensas no sólo para nosotros sino también para aquellos que están a nuestro alrededor (Génesis 3; Éxodo 20:5-6).

El Antiguo Testamento también contiene gran cantidad de sabiduría que el Nuevo Testamento no comparte. Mucha de ésta se encuentra contenida en los Salmos y Proverbios. Estos trocitos de sabiduría revelan cómo puedo ser más sabio que mis maestros, a lo que nos conducirán varios pecados (nos ayuda a ver el anzuelo que esconde el bocado), y lo que los logros en este mundo nos ofrecen (nada). ¿Cómo puedo reconocer si soy un necio (esto es, moralmente)? ¿Cómo puedo encontrarle significado a la vida? Nuevamente, hay mucho ahí que sólo está esperando a ser encontrado por alguien que realmente quiera aprender. 

Sin el AT, no tendríamos una base para sostenernos contra el error de las perversiones políticamente correctas de nuestra sociedad, en la que la evolución es vista como creadora de todas las especies a través de millones de años (en lugar de ser ellas el resultado de la creación especial de Dios en seis días ). Aceptaríamos la mentira de que los matrimonios y la unidad familiar son una estructura evolutiva que debe continuar cambiando ante los cambios sociales, en vez de ser vista como un diseño de Dios con el propósito de criar buenos hijos y para la protección de aquellos que de otra manera serían utilizados y abusados (más frecuentemente las mujeres y los niños). 

Sin el AT, no entenderíamos las promesas que Dios cumplirá en un futuro con la nación judía. Como resultado, no veríamos propiamente que el período de la Tribulación es un lapso de siete años en el cual Cristo trabajará específicamente con la nación judía que lo rechazó en Su primera venida, pero que lo recibirá en Su segunda venida. No entenderíamos cómo el futuro reinado de Cristo de 1,000 años encaja en Sus promesas a los judíos, ni cómo los gentiles encajarían en él. Tampoco veríamos cómo el final de la Biblia ata los cabos sueltos que no fueron revelados en el principio de la Biblia, cómo Dios restaurará el paraíso que Él originalmente creó para que fuera este mundo, y cómo disfrutaremos de un íntimo compañerismo con Él de una manera personal como en el Huerto del Edén. 

En resumen, el Antiguo Testamento es un espejo que nos permite mirarnos a nosotros mismos en las vidas de los personajes del Antiguo Testamento y nos ayuda a aprender lo experimentado en sus vidas. Vierte mucha luz sobre quién es Dios y las maravillas que Él ha hecho y la salvación que Él ha forjado. Transmite gran consuelo a aquellos que padecen persecución o tribulación (ver especialmente los Salmos). Revela a través del repetido cumplimiento de las profecías, por qué la Biblia es única entre todos los libros sagrados – solamente ella puede demostrar que es lo que clama ser: la inspirada Palabra de Dios. Revela grandes cosas sobre Cristo en página tras página de sus escritos. Contiene tanta sabiduría que va más allá de lo que es aludido o citado en el Nuevo Testamento. En pocas palabras, si aún no te has aventurado en la profundidad de sus páginas, te estás perdiendo de mucho de lo que Dios ha dispuesto para ti. Mientras lo lees, habrá mucho que no entiendas de inmediato, pero habrá mucho que entenderás y aprenderás. Y mientras continúas estudiándolo, pide a Dios que te enseñe más, tu minería te pagará con tesoros aún más brillantes.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Nuestra verdadera identidad

1 CORINTIOS 1.1-9
Muchos cristianos están sufriendo una crisis de identidad. Saben que son salvos, pero no saben en realidad qué pensar sobre sí mismos. Hagamos una pequeña prueba. ¿Se considera usted un pecador salvo por gracia, o un santo que de vez en cuando peca? Ambas afirmaciones son ciertas, pero la primera piensa en su identidad pasada, mientras que la segunda se centra en la percepción que el Señor tiene de usted en el presente.
Si somos creyentes, la Biblia le dice que somos santos (v. 2). Pero muchos de nosotros nos seguimos viendo como el viejo pecador, que ha sido perdonado, pero que no ha cambiado. Sin embargo, el Señor dice que cualquiera que está en Cristo "nueva criatura es; las cosas viejas pasaron" (2 Co 5.17). De eso se trata nacer de nuevo. No podemos volver a ser jamás lo que éramos antes.
La solución a esta crisis de identidad es cambiar nuestra manera de pensar acerca de nosotros mismos. Si no lo hacemos, dependeremos de cómo nos sentimos, y Satanás nos bombardeará con recordatorios de nuestros fracasos y pecados. él quiere que nos mantengamos enfocados en que somos unos pecadores, porque sabe que el reconocimiento de nuestra santidad nos llevará a vivir como santos. Seremos motivados y fortalecidos para obedecer a Dios, y el diablo perderá su punto de apoyo en nuestras vidas.
Jesús no vino simplemente para salvarnos del infierno; él quiere vivir su vida a través de usted. En Cristo, usted tiene una nueva identidad que ha sustituido a la antigua. Si se concentra en quién es ahora actuará como tal, y experimentará el gozo de una vida cristiana victoriosa.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Preparado para recibir el regalo de Dios

Una de las cosas que más disfruto de la temporada navideña, es ver la alegría en los rostros de los niños. Cuando Andy y Becky eran pequeños, pasaban los días previos a la Navidad mirando los regalos envueltos que estaban bajo el árbol, y tratando de averiguar lo que había en cada uno de ellos. Había una emoción en sus corazones que iluminaba sus ojos.
En la mañana de Navidad, se levantaban temprano y corrían hacia el árbol para ver qué regalos habían recibido. No les importaba lo que íbamos a desayunar ni lo que había en la TV. Ambos ansiaban abrir los paquetes y comenzar a disfrutar de sus nuevos juguetes.
La mayoría de los niños hacen lo mismo; no se les ocurriría simplemente admirar los vistosos paquetes y dejarlos sin abrir. Pero eso es precisamente lo que hace mucha gente con el regalo más grande de todos.
Es por esto que, para algunas personas, estas semanas del Adviento son un tiempo muy difícil del año. Es comprensible que la soledad, las presiones económicas, los sueños insatisfechos y las expectativas no cumplidas, puedan desanimar el espíritu de una persona en una temporada en la que todos debiéramos estar alegres. Pero al mantener nuestros ojos en Aquel que nos ha dado todas las cosas, podemos concentrarnos en lo que no nos puede ser quitado, en vez de lo que no tenemos.
El enemigo quiere robarle su felicidad en esta y todas las Navidades, haciendo que la temporada signifique de todo, menos el nacimiento de Cristo y la razón que tuvo él para venir (He 2.14-18). Le animo a desenvolver el regalo de salvación de Dios y disfrutar del regalo más grande de todos.

Charles Stanley. 

viernes, 25 de noviembre de 2011

El disfrute de la vida

El rey Salomón no fue solo el hombre más sabio que haya existido (1 R 3.12); también fue bendecido con riquezas inimaginables y con el privilegio de construir el templo de Dios. Por tanto, es de esperar que supiera lo que era la satisfacción profunda.
En la búsqueda de esa satisfacción profunda, Salomón se dedicó a incursionar en toda clase de cosas. Eclesiastés nos dice que se entregó a los placeres del mundo, interesándose incluso en actividades que sabía que eran una locura, para ver si había algo que valiera la pena en ellas. Pero la satisfacción que buscaba Salomón lo esquivaba, y llegó a la conclusión de que la autoindulgencia no tenía ningún valor.
Para sentir satisfacción, el rey probó otra cosa: la realización personal. Emprendió grandes proyectos, tales como la construcción de casas para sí mismo, el mejoramiento de su entorno con jardines y parques, y llevó a cabo un vasto proyecto de irrigación (Ec 2.6). El rey tenía todo lo que podía necesitar para disfrutar de la vida, pero al final llegó a la conclusión que nada tenía sentido.
La historia nos resulta familiar, ¿verdad? Nuestro mundo tiene muchas personas educadas y exitosas, pero también muy descontentas con la vida. Nuestra cultura persigue el placer y no acepta límites. Lamentablemente, esa falta de moderación ha arruinado a innumerables vidas.
Salomón tenía la sabiduría y los recursos para lograr todo lo que quisiera hacer. Pero los objetivos que persiguió no le dieron ninguna satisfacción. Llegó a la conclusión que lo mejor era obedecer a Dios (12.13). El gozo verdadero se tiene cuando nos ajustamos a la voluntad de Dios.

sábado, 19 de noviembre de 2011

¿Por qué es importante creer en la inerrancia de la Biblia?

Vivimos días en los que hay una tendencia a encogerse de hombros cuando se nos confronta con el error. En vez de preguntar como Pilato “¿Qué es la verdad?”, el hombre posmodernista dice, “Nada es verdad” o quizá “La verdad existe, pero no podemos saberla.” Hemos crecido acostumbrados a ser engañados, y mucha gente parece cómoda con la noción de que la Biblia también contiene errores. 

La doctrina de la inerrancia bíblica es extremadamente importante, porque la verdad sí importa. Este hecho se refleja en el carácter de Dios y es fundamental para nuestro entendimiento de todo lo que enseña la Biblia. Estas son algunas razones por las que debemos creer absolutamente en la inerrancia bíblica:

1. La Biblia misma declara ser perfecta. “Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces.” (Salmos 12:6). “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.” (Salmos 19:7). “Toda palabra de Dios es limpia;” (Proverbios 30:5). Estas afirmaciones de pureza son declaraciones absolutas. Nótese que no dice “Casi todas las Palabras de Dios son puras” o “la Escritura es casi perfecta.” La Biblia argumenta una completa perfección, sin dar lugar a teorías de “perfección parcial.” 

2. La Biblia se sostiene o cae como un todo. Si se descubriera que un periódico importante rutinariamente contuviera ciertos errores, sería rápidamente desacreditado. No habría diferencia en decir “Todos los errores fueron confinados a la página 3.” Para que un periódico pueda ser confiable en todas sus secciones, debe ser verídico en todo su contenido. De la misma manera, si la Biblia fuera inexacta cuando habla de geología, ¿por qué se confiaría en su teología? O es un documento confiable, o no lo es. 

3. La Biblia es un reflejo de su Autor. Todos los libros lo son. La Biblia fue escrita por Dios Mismo, al obrar a través de los autores humanos mediante un proceso llamado “inspiración.” Segunda de Timoteo 3:16 dice, “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (literalmente, “es respirada por Dios”). Ver también 2 Pedro 1:21 y Jeremías 1:2

Creemos que Dios, quien creó el universo, es capaz de escribir un libro. Y que el Dios que es perfecto es capaz de escribir un libro perfecto. El punto no es sólo “¿Tiene la Biblia un error?”, sino “¿Puede Dios cometer un error?” Si la Biblia contiene verdaderos errores, entonces Dios no es omnisciente y es capaz Él Mismo de cometer errores. Si la Biblia contiene información errónea, entonces Dios no es veraz, sino un mentiroso. Si la Biblia contiene contradicciones, entonces Dios es el autor de la confusión. En otras palabras, si la inerrancia bíblica no es verdad, entonces Dios no es Dios. 

4. La Biblia nos juzga, no viceversa. “Porque la palabra de Dios... discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Nótese la relación entre “el corazón” y “la Palabra”. La Palabra examina; el corazón está siendo examinado. El reacomodar partes de la Palabra por cualquier razón, es voltear un verso de cabeza. Nos convertimos en los examinadores, y la Palabra debe ser sometida a nuestro “superior escrutinio.” Sin embargo Dios dice, “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?” (Romanos 9:20).

5. El mensaje de la Biblia debe ser tomado como un todo. No es una mezcla de doctrina sobre la que tengamos libertad de elección. A mucha gente le agradan los versos que dicen que Dios los ama, pero les disgustan los que dicen que Dios juzgará a los pecadores. Pero simplemente no podemos entresacar y elegir lo que nos guste acerca de la Biblia y desechar el resto. Si la Biblia está equivocada respecto al infierno, por ejemplo, entonces ¿quién dice que es verdadera al hablar sobre el cielo – o sobre cualquier otra cosa? Si la Biblia no puede contener verazmente los detalles sobre la creación, entonces tal vez los detalles sobre la salvación tampoco puedan ser confiables. Si la historia de Jonás es un mito, entonces quizá también lo es la historia de Jesús. Por el contrario, Dios ha dicho lo que ha dicho, y la Biblia nos presenta un cuadro completo de quien es Dios. “Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos” (Salmos 119:89). 

6. La Biblia es nuestra única norma para la fe y la práctica. Si no es confiable, entonces ¿en qué basamos nuestras creencias? Jesús pide nuestra confianza, y eso incluye confiar en lo que Él dice en Su Palabra. Juan 6:67-69 es un hermoso pasaje. Jesús justo había presenciado la partida de muchos que habían afirmado que lo seguirían. Entonces Él se volvió a los doce apóstoles y les preguntó, “¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” Que tengamos la misma confianza en el Señor y en Sus palabras de vida. 

Nada de lo que hemos presentado aquí debe ser tomado como un rechazo al estudio verdadero. La inerrancia bíblica no significa que debemos dejar de utilizar nuestras mentes o aceptar ciegamente lo que dice la Biblia. Somos exhortados a estudiar la Palabra (2 Timoteo 2:15), y aquellos que la escudriñan son elogiados (Hechos 17:11). También reconocemos que hay pasajes difíciles en la Biblia, así como sinceros desacuerdos sobre su interpretación. Nuestra meta es aproximarnos reverentemente y en oración a la Escritura y cuando encontremos algo que no entendamos, oremos más intensamente, estudiemos más, y – si aún así nos elude la respuesta – reconozcamos humildemente nuestras propias limitaciones ante la perfecta Palabra de Dios.


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sábado, 29 de octubre de 2011

Debemos entender nuestro llamamiento

Me gusta usar la palabra creyente cuando hablo de los hijos de Dios, ya que ella se refiere específicamente a quienes han creído en Jesucristo como Salvador. Es una población mucho más pequeña que aquellos que se autodenominan cristianos. ¿Pero sabía usted que aun menor es el número de quienes pueden ser llamados legítimamente "seguidores"? éstos son aquellos que obedecen con pasión la voluntad de Cristo en todas las cosas.
¿Es usted un creyente o un seguidor? Confiar en Jesucristo es fundamental, pero es solo el primer paso de la fe. Nuestro objetivo primordial es hacer el largo viaje de la vida siguiendo las pisadas del Señor, honrándole con nuestras acciones y palabras, y creciendo siempre en sabiduría.
La vida de un seguidor está resumida en la frase obediencia total. De hecho, el Señor define como cristianos verdaderos a quienes demuestran su amor por él guardando su Palabra (Jn 14.23). Cuando se trata de obedecer a Dios, hay en realidad solo dos respuestas: "Sí" o "No". Es tentador decir: "Sí, pero…" como hicieron algunos discípulos potenciales del Señor Jesús, pero esa es una manera indirecta de decir no (Lc 9.59). Los seguidores verdaderos siguen siendo fieles al plan del Señor, ya sea fácil o difícil. Y además, lo proclaman tanto en la bendición como en la calamidad, y van incluso a donde él los esté llevando.
Los seguidores verdaderos buscan al Señor, porque saben que la recompensa es una relación más estrecha con él. No esperan únicamente pasar la eternidad con Dios, sino que entienden que la eternidad comienza cuando lo acompañan en la senda recta que él ha puesto delante de ellos.

viernes, 28 de octubre de 2011

Pongamos la mano en el arado


Muy pocas personas aprecian el uso que hizo el Señor Jesús del arado como ejemplo de una vida dedicada a Dios. El arado antiguo, muy parecido en su forma a la versión de siglos más recientes, era una sola hoja de madera unida a dos asas. Un mulo hacía la mayor parte del trabajo de tirar hacia adelante el aparejo, pero el agricultor lo sujetaba para dirigir la trayectoria de la hoja.
Probé un arado antiguo una vez y descubrí que su uso no era tarea fácil. El sencillo aparejo brincaba y se sacudía con fuerza debajo de mis manos mientras lo hundía en el terreno. Solo había una manera de hacer una línea recta, y era concentrarse en el trabajo y mantener fija la mirada hacia adelante cada segundo.
Cuando una persona confía en Jesucristo como su Salvador, "pone la mano en el arado". La idea es que debemos seguir al Señor con obediencia total, manteniendo siempre nuestra mirada en él. Así es como tenemos una cosecha de fe. Muchas veces, los creyentes desanimados hacen una línea torcida, porque están mirando por encima del hombro para lamentarse por el pasado, o para ver qué placeres les esperan. El campo de su fe parece un desastre desorganizado. Además, la distracción los hace aflojar el paso, y como resultado su crecimiento espiritual se vuelve muy lento, si es que acaso llegan a madurar.
Renuncie a todo lo que distraiga su atención del Señor. Los creyentes que se concentran en los errores del pasado y en las distracciones del presente, no llegan a ninguna parte; no tiene paz ni gozo, y sus oraciones no son contestadas. Siga al Señor con fervor, y él le producirá mucho fruto espiritual.

Charles Stanley

martes, 25 de octubre de 2011

CUANDO EL DOLOR NOS LLEGA

“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.  En el mundo tendréis aflicción;  pero confiad,  yo he vencido al mundo.”(Juan 16:33)
Hablar del dolor en la Iglesia Cristiana se ha convertido en un tema tabú. Al no ser un tema que “vende” el cristianismo, nos hemos dedicado a hablar del Dios bendecidor que todo nos da, que abre las puertas de los cielos para nosotros y que solo las cosas buenas nos seguirán. Incluso se ha llegado a decir que si algo nos pasa que sea malo debemos reprender al enemigo, o declarar que eso no me tocara, u ordenarle al espíritu que trae la maldad que se vaya.
La pena más grande que yo siento es cuando la gente se va de las iglesias defraudadas, porque algo malo les pasó y no estaban preparados, de hecho, pensaron que al volverse cristianos, habían comprado una especie de “póliza de vida feliz”, y que Dios se ocuparía de darle una vida de felicidad terrenal mientras permanezca cercano a la iglesia a la que asiste, y sea fiel con sus diezmos.
No vemos prédicas sobre Jn.16:33 donde dice, “En el mundo tendréis aflicción” y donde se nos diga que hacer en los momentos en que ésta llega como la muerte inesperada de un padre, hijo, o la quiebra repentina, o la enfermedad terminal de un ser querido.
No, lo que observamos es prédicas de un mundo de felicidad total, de pactos para mejorar mi situación económica, de ángeles haciendo coro mientras se graba un disco cristiano, de oro cayendo del cielo, y muchos otras cosas que nada tienen que ver con una realidad incontrastable: En este mundo todos vamos a sufrir en algún momento y Dios no nos ha prometido evitar que nos suceda.
Para probarlo bastaría la cruz. Hay alguna realidad más contrastante con esta “teología” que el ver a nuestro Señor caminar hacia ella, mientras lo único que pensaba era como este momento de dolor terminaría glorificando el nombre de Dios. ¿Estaba acaso Cristo pensando en que solo tenía 33 años y una vida por delante?, o tenía claro que el propósito de su vida era que esta reflejara la gloria de Dios Padre y por tanto haría lo que fuera necesario para llegar a esa meta.
La pregunta de hoy debe ser ¿Cuánto mide tu Dios?, y es que a veces este Dios al que decimos servir realmente lo que parece es que nosotros le ordenamos o le demandamos. Claro está, no lo decimos así, sino que decimos “declara bendición sobre tu vida” o cosas de ese estilo, que en realidad lo que dicen es “Señor estemos claros, yo sé lo que es mejor para mi, y eso es vivir cómodo en esta Tierra, así que yo te digo lo que necesito y tú me lo das”.
El Dios del que nos habla la Biblia está interesado en lo que El quiere (que claro es lo mejor para nosotros) no en lo que yo pienso en mi limitado entendimiento que es lo mejor. El no siempre cambiará nuestras circunstancias, a veces callará de amor, pero siempre estará con nosotros.
El dolor es el megáfono que les dice a los demás mi real posición ante Dios. Deja ver si yo realmente creo en El y tengo paz en El mientras estoy en la aflicción, o si realmente en lo que creo es en mi propio bienestar y que solo creeré en El siempre y cuando eso sea lo mejor para mí y El me evite problemas y sufrimientos.
Me encanta las palabras del apóstol Pablo hablando de la cruz “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien,  siendo por naturaleza  Dios,  no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario,  se rebajó voluntariamente,  tomando la naturaleza  de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre,  se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte,  ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,  para gloria de Dios Padre. (Fil.2:5 al 11)
Mientras Cristo sufría la muerte mas tremenda su megáfono declaró que nunca dudó de la bondad de Dios Padre y que lo único que quería era dar gloria y honra a su nombre.
La próxima vez que suframos un dolor que va a decir nuestro megáfono “Señor, ¿por qué a mí?, ¿qué te he hecho para que me hagas esto?” o va a decir “Señor no entiendo lo que pasa, pero sé que me amas y que un gran bien saldrá de este dolor, porque eso es lo que me muestra la mayor tragedia de todas: la cruz del calvario”

La miopía espiritual


En Lucas 16, Jesús cuenta la historia de un hombre rico que vivió para sí mismo sin tomar en cuenta a Dios. Después de morir, experimentó la consecuencia de su decisión —su separación eterna del Señor.
Jesús lo describe como alguien que vivía rodeado de lujos (v. 19), proveyendo para sí lo mejor que el dinero podía comprar, pero dando poco al pobre que estaba a su puerta. Es importante entender que este hombre no fue juzgado severamente por Dios por su riqueza. él no se opone a nuestro éxito. Ni tampoco quedó separado del Señor por su falta de caridad hacia los demás. No hacía daño deliberadamente a otros, sino que no notaba a quienes padecían necesidades por estar concentrado solamente en sí mismo.
El error del hombre rico fue que hacía toda clase de provisión para su cuerpo, pero ninguna para su alma. Nuestra cultura practica un estilo de vida parecido. Adquirir riquezas materiales y la satisfacción propia, son la búsqueda principal de muchos en nuestro mundo. Lograr lo que uno quiere parece ser el objetivo, ya sea luchando para llegar a fin de mes, o teniendo la cuenta bancaria rebosante.
La Biblia dice que fuimos creados para relacionarnos con el Padre mediante la fe en su Hijo. El hombre rico ignoró a Dios y pagó el precio final. Nuestro destino eterno depende de la decisión que tomemos en cuanto a Cristo.
Quien acepta el regalo de la salvación de Cristo, vivirá eternamente con él en el cielo. Quienes rechacen a Dios sufrirán la eternidad separados de Dios. Si usted conoce a personas que son miopes espirituales, ore por ellas para que pongan su fe en Cristo.

sábado, 22 de octubre de 2011

Cómo manejar la tentación


El sentido común dicta que un aprendiz de piloto que vuela por primera vez en una tormenta, necesita ser muy prudente. Pero un piloto experimentado sabe que tiene que estar tan atento en su tormenta número cien como en la primera. A pesar de años de experiencia, todavía puede ser derribado si no actúa prudentemente.
La tentación se parece mucho a una tormenta inesperada que daña a quienes toma por sorpresa. Al igual que un buen piloto, el cristiano debe estar alerta a la aproximación de la tentación y preparado para evitarla. En esta vida, ninguno de nosotros llega a un nivel de madurez en el que las tentaciones pierden todo su poder.
Entender nuestras debilidades es una parte importante para estar preparados. ¿En qué aspectos es usted más vulnerable? Lo que comúnmente consideramos como "pecados grandes" —como el adulterio y el asesinato— no es lo que mete en apuros a la mayoría de la gente. Por lo general, son la multitud de "pecados pequeños" los que llevan a un gran problema.
La tentación es una invitación para llevar más allá de los límites dados por Dios, a cualquier deseo dado por él. Usted da un paso por encima de la línea, y pronto tiene el incentivo para dar otro. Y luego otro. A menos que usted cambie de rumbo rápidamente, podrá encontrarse alejado del Padre y abrumado por la culpa y la verguenza.
El problema de la tentación no puede ser ignorado. Identifique los aspectos en que usted es vulnerable, para que pueda preparar una defensa. Aprenda cuándo y cómo es más probable que se deje atraer, y busque siempre la ruta de escape que Dios prometió a quienes son tentados (1 Co 10.13).

viernes, 21 de octubre de 2011

¿Cómo debe lidiar un cristiano con los sentimientos de culpa, en cuanto a los pecados pasados, ya sean antes o después de la salvación?

Todos hemos pecado, y una de las consecuencias del pecado es la culpa. Podemos estar agradecidos por los sentimientos de culpa, porque éstos nos llevan a buscar el perdón. Al momento en que una persona se vuelve del pecado para poner su fe en Jesucristo, su pecado le es perdonado. El arrepentimiento es parte de la fe que conduce a la salvación (Mateo 3:2; 4:17; Hechos 3:19).

En Cristo, aún los pecados más viles son purificados (ver en 1 Corintios 6:9-11 la lista de hechos perversos que son perdonados). La salvación es por gracia, y la gracia perdona. Aún después de que una persona es salva, cometerá pecados. Cuando lo hace, Dios aún promete el perdón. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Juan 2:1).

La liberación del pecado, sin embargo, no siempre significa liberación de los sentimientos de culpa. Aún cuando nuestros pecados son perdonados, todavía los recordaremos. También, tenemos un enemigo espiritual llamado “el acusador de nuestros hermanos” en Apocalipsis 12:10, quien nos recuerda incesantemente nuestras fallas, faltas y pecados. Cuando un cristiano experimenta sentimientos de culpa, debe hacer lo siguiente:

1) Confesar todos los pecados conocidos y que no se hayan confesado. En algunos casos, los sentimientos de culpa son apropiados, porque la confesión es necesaria. Muchas veces, nos sentimos culpables ¡porque somos culpables! (Ver la descripción que hace David de la culpa y su solución en el Salmo 32:3-5).

2) Pedirle al Señor que le revele cualquier otro pecado que necesite ser confesado. Ten el valor de ser totalmente abierto y honesto ante el Señor. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad.” (Salmo 139:23-24ª).

3) Confía en la promesa de Dios de que Él perdonará los pecados y quitará la culpa, basándose en la sangre de Cristo (1 Juan 1:9; Salmo 85:2; 86:5; Romanos 8:1).

4) En ocasiones, cuando surgen los sentimientos de culpa sobre pecados ya confesados y abandonados, rechaza tales sentimientos como una culpa falsa. El Señor ha sido fiel a Su promesa de perdonar. Lee y medita en el Salmo 103:8-12.

5) Pide al Señor que reprenda a Satanás, tu acusador, y ruégale que te restaure al gozo que procede de la libertad de la culpa.

El Salmo 32 es un estudio muy provechoso. Aunque David había pecado terriblemente, él encontró la libertad, tanto del pecado como de los sentimientos de culpa. Él lidió con la causa de la culpa, y la realidad del perdón. El Salmo 51 es otro buen pasaje para investigar. El énfasis aquí es la confesión del pecado, la manera en que David ruega a Dios con un corazón lleno de culpa y dolor. Los resultados son la restauración y el gozo.

Finalmente, si el pecado ha sido confesado, ha habido arrepentimiento, y ha sido perdonado; entonces es tiempo de dejarlo atrás. Recuerda que nosotros que hemos venido a Cristo, hemos sido hechos nuevas criaturas en Él. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). Parte de las cosas “viejas” que “pasaron” es el recuerdo de pecados pasados y la culpa que produjeron. Tristemente, algunos cristianos son propensos a sumergirse en los recuerdos de sus pecaminosas vidas pasadas, memorias que debían estar muertas y enterradas desde hace mucho. Esto no tiene sentido y es contrario a la vida cristiana victoriosa que Dios quiere para nosotros. Un dicho sabio dice “Si Dios te ha salvado de una cloaca, no regreses a sumergirte y nadar en ella.”



www.GotQuestions.org

jueves, 20 de octubre de 2011

¿Obediencia o preferencia?


Todo creyente debe decidir si va a regirse por el principio de la obediencia, o a seguir sus preferencias. Cuando una persona se compromete a hacer la voluntad del Señor, filtra cada situación y decisión a través de la norma de: "Dios lo dijo, y por eso lo haré —y punto". Podrá quejarse, llorar, o tratar de argumentar. Pero al final será obediente al Señor, pase lo que pase.
Recuerdo la vez que fui invitado a tener una entrevista con una iglesia en la ciudad de Atlanta. Durante el viaje por carretera, le dije al Señor que yo no quería mudarme. Me quejé todo el camino, pero yo sabía que Atlanta sería mi nuevo hogar. No me gustaba la idea, pero la alternativa era inimaginable: hay pocas cosas más desagradables que vivir con la persistente ansiedad de haber desaprovechado algo bueno.
El Señor comprende totalmente nuestra necesidad de poner objeciones, gritar y pedirle fuerzas para hacer lo que él pide. Pero Hebreos 4.15 nos dice que tenemos un sumo sacerdote que puede compadecerse de nosotros. Jesús no estaba entusiasmado ni feliz por la cruz. Le afligía su futura separación del Padre. No obstante, se consagró a obedecer la voluntad de Dios (Mt 26.39). Nadie le quitó la vida a Cristo; él la entregó voluntariamente (Jn 10.18).
Nuestras vidas deben cumplir con el propósito de Dios. Muchas personas se pierden su plan maravilloso para ellas, porque deciden seguir sus propias preferencias. La obediencia es difícil, pero la lucha y el sacrificio valen la pena. Hay gozo y paz para el que vive de acuerdo con los preceptos de Dios.

Charles Stanley.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La importancia de las relaciones positivas


El tema de las relaciones positivas está cercano a mi corazón, porque Dios me ha dado amigos muy buenos. Son las personas que me desafían a hacer más para el Señor. Mis amigos me aman, ¡pero sin duda no están contentos con que quede como estoy! Si detectan un pecado en mi vida o ven algo que podría hacer mejor, me lo dicen.
Pablo daba también una alta prioridad a las relaciones. El apóstol se rodeó de personas que podían ayudarlo a lograr dos cosas: el cumplimiento de la misión que Dios le había dado, y su conformidad a la imagen de Cristo. Mientras Pablo se derramaba en las vidas de otros, él también estaba siendo edificado y fortalecido por sus hermanos en la fe. Eso, en resumen, es el plan del Señor para cada uno de sus hijos.
¿Y usted? ¿Tiene ciertas relaciones que le motivan a buscar a Dios con más fervor? Es muy importante saber a quiénes permitimos que influyan en nuestras vidas. El Padre celestial prepara a sus otros hijos para invertirlos en usted, como hermanos suyos en la fe, para animarle, para que oren por usted, y para que lo estimulen a tener una fe más completa, de modo que esté preparado para dedicarse a servir a otros. Las buenas relaciones con personas que se edifican mutuamente puede ayudar a los creyentes a cumplir con el plan de Dios para sus vidas.
Las mejores relaciones surgen entre personas que se animan mutuamente en la fe, y por eso "[se estimulan unas otras] al amor y a las buenas obras" (He 10.24). En otras palabras, nuestros mejores amigos son los que nos aman a pesar de como somos, pero no dejan de retarnos a mejorar para el Señor.

lunes, 17 de octubre de 2011

Recordemos la bondad de Dios


Algunas personas tienen una capacidad asombrosa para recordar hechos o imágenes. Sin embargo, es muy común que las personas dejen de recordar la bondad del Señor para con ellas.
En vista de la tendencia humana a olvidar, los versículos de hoy ofrecen un buen ejemplo que debemos seguir. Dios había sacado a los israelitas de Egipto y transitado sin ningún riesgo a través del mar Rojo cuyas aguas fueron divididas. Ahora les daba de manera milagrosa otro camino seco, estancando las aguas del Jordán río arriba. El Señor sabía que el pueblo estaba a punto de entrar en Jericó, y que, por el poder de él, conquistarían la ciudad. ¡Qué misericordioso al animarlos con una ilustración palpable de su poder antes de esa batalla!
Pero Dios también sabía cuán fácilmente se habían olvidado de él. Hoy nosotros hacemos lo mismo; cuando el Señor actúa a nuestro favor, es fácil confiar en él. Pero a medida que pasa el tiempo, lo olvidamos hasta que nos recuerda nuestra necesidad de él y nos arrepentimos. Es por eso que el Padre celestial tenía un plan para ayudar a recordar a su pueblo el milagro en el río. Les pidió que levantaran un altar de doce piedras, que representaban a cada tribu de Israel que había pasado a salvo por las aguas. De esta manera, tendrían un recordatorio tangible del rescate divino.
Cuando se trata de bendiciones, ¿tiende usted a ser olvidadizo? Si es así, trate de crear recordatorios de la fidelidad de Dios, como llevar un diario o escribir palabras clave en lugares visibles. No importa lo que usted haga, asegúrese de tener la manera de recordar la intervención del Señor en su vida.

domingo, 16 de octubre de 2011

Oración sin palabras


Qué decir cuando las palabras fallan

por Tony Woodlief

Una vez le pregunté a un cristiano muy firme si en algún momento sus oraciones lo habían dejado con una sensación de ausencia de Dios.

“No”, dijo. “Eso nunca me ha sucedido”.

Tal respuesta me desalentó. Más de una vez he clamado a Dios, destrozado por el pecado o por la desesperación, o por ambas cosas, y no he sentido nada, solo ausencia.

Entonces, recordé el clamor del salmista, las mismas palabras que Cristo pronunciaría desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Sal 22.1).

Conozco a personas buenas y temerosas de Dios, que nunca han sido desamparadas. Pero conozco también a personas buenas y temerosas de Dios que están bien familiarizadas con el sentimiento de desamparo.

“Jesús tiene un amor muy especial por ti”, le escribió la reflexiva Madre Teresa a un amigo. “En cuanto a mí, el silencio y el vacío son tan grandes, que miro y no veo, escucho y no oigo”. Hubo un tiempo en mi vida cuando yo, que había dado mucho menos que ella a un número mucho menor de personas, habría atribuido la agonía espiritual de la Madre Teresa a la fe basada en obras que practicaba.

Una manera como Dios me ha humillado con el paso de los años, es permitiéndome enfrentar las mismas pruebas y tentaciones de las personas que he juzgado. Una vez pensé que la cercanía a Dios me la había ganado por mi justicia, por mis merecedoras oraciones. Pero he sido humillado por momentos tan difíciles que difícilmente podía articular las palabras para orar.

¿Ha tenido usted alguna vez la experiencia de estar necesitando desesperadamente a Dios, sin saber qué palabras podrían expresar la inmensa y aterradora ansiedad de su alma?

Yo solía pensar que era muy hábil orando. Por haber sido un orador público durante muchos años, he cultivado una habilidad especial para hacer giros elocuentes y pausas dramáticas. Esto me llevó a suponer que esa clase de oración era lo que Dios quería.

Pero, a lo largo de los años, he enterrado a un hijo, arruinado un matrimonio, y decepcionado a muchísimas personas. En medio de todos estos estragos en mi vida, ha habido muchas noches largas y oscuras, sin aliento para orar, y sin ánimo para decir las palabras adecuadas. Algunas noches, me he quedado dormido abrigando la esperanza de que las lágrimas sean suficientes cuando no he tenido palabras.

Una vez, estando en un sucio hotel, cuando estaba tan cargado por la desesperación que no podía pensar sino en lanzarme por la ventana, encontré una oración que me ha sido útil desde entonces:

“Por favor”.

“Por favor”. Dios sabe lo que hemos hecho, y por lo que suplicamos. Pero lo más importante es que Él sabe lo que realmente necesitamos. Si usted pudiera pronunciar solo una frase —un cáliz en el que usted pudiera verter el deseo vehemente de su corazón— ¿podría encontrar una mejor frase que por favor?

“Por favor”, susurré en esa oscura habitación del hotel. “Por favor”.

No cantaron los ángeles, no apareció ninguna luz, y ninguna de las cosas rotas de esta vida fueron reparadas. Pero no salté de una ventana, y no abandoné la lucha por la esperanza de que Dios me ama, y ama a mis hijos. Recordé el resto del Salmo 22, las palabras que están después del desolado clamor del salmista: “Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó” (v. 24).

Un amigo mío, que perdió a su esposa y a su hijo en un accidente vial, me dijo que su oración en sus momentos de oscuridad es, simplemente: “Socorro”.

¿Qué padre de nosotros, al oír clamar a su hijo: “Por favor”, o “Socorro” no vendría corriendo? ¿Y qué padre de nosotros ama a sus hijos más de lo que Dios nos ama?

Lo que importa no es utilizar las palabras correctas, sino venir a Dios. ¡Qué pena es demorarse en venir a Él, o salir de su presencia demasiado pronto, todo porque no podemos encontrar las palabras “correctas”! Es mucho mejor decir por favor, o socorro, o aun mejor, Jesús, una y otra vez de rodillas, que no venir a Él en absoluto.

Conozco a algunas personas que oran con los salmos, que son oraciones inspiradas por Dios. Otros leen las oraciones de cristianos antiguos como Juan de Damasco, quien luchó contra el islam.

El creador del cielo y de la Tierra no necesita originalidad de nosotros. Vengamos con un “corazón contrito y humillado”, dice Salmo 51.17. En esto es que necesitamos enfocarnos. No en conseguir las palabras correctas, sino en tener un corazón recto.

Enséñanos cómo hacerlo, Señor, a pesar de nosotros mismos.

sábado, 15 de octubre de 2011

El fundamento de una fe inquebrantable

HEBREOS 13.1-8
Cuando surgen las tormentas de la vida, ¿cuál es su respuesta? Algunas personas pierden el rumbo fácilmente. A otras se les disocia el pensamiento cuando la duda y el temor invaden sus mentes. Comienzan a preguntarse si el Señor realmente se preocupa por ellas. Pero la Biblia nos dice inequívocamente que sí se preocupa.
El pasaje de hoy nos proporciona el fundamento de nuestra seguridad en los tiempos difíciles. En el v. 8, se nos asegura que el Señor Jesús jamás cambia. Su ser, sus obras y sus palabras no cambian nunca. Para entender la importancia de esta constancia, imagine a un amigo que le parecía leal, pero de repente murmura de usted o le traiciona de alguna otra manera. Esa lealtad incierta y la violación de la confianza causan heridas dolorosas.
Todas las personas en algún momento nos defraudarán de una forma u otra. El Señor es el único que nos ama de manera perfecta y constante. Así que, anímese: Dios nunca cambia. No importa lo que estemos enfrentando hoy, nuestro Padre celestial sigue siendo Aquel cuya mano derramó bendiciones sobre nosotros en tiempos de felicidad. Y es Quien nos fortalece, guía y sostiene en los días difíciles. Cada pasaje de la Biblia revela otra faceta de su carácter sin tacha, y podemos saber que somos amados con la misma fidelidad que Cristo mostró al morir por nosotros en el Calvario.
Piense en los altibajos de la vida. Cuando las situaciones le producen felicidad, ¿cómo imagina usted a Dios? Cuando surgen las dificultades, ¿cambia su perspectiva? Afortunadamente, en el flujo y reflujo de las circunstancias, podemos aferrarnos al Señor Jesús como nuestra ancla.

viernes, 14 de octubre de 2011

LAS HEREJÍAS


Leyendo el comentario de William Barclay sobre Marcos 13 me encontré con un estudio de porque surgen las herejías, que me pareció supremamente interesante y que deja ver algunas de las razones por las cuales nos encontramos con ciertas teologías equivocas.
Los puntos que el esgrime son:
1.- La herejía surge al intentar ser completamente inteligible.- Que explicaciones tan increíbles buscamos solo para enredarnos en nuestros propios argumentos. Decimos, la Trinidad es como el agua que está en tres estados: líquido, sólido y gaseoso, solo para darnos cuenta que eso no explica nada sobre la realidad de operación de cada persona en la Trinidad. Hay cosas que Dios solo puede mostrarnos porque resultan inexplicables para nuestra corta capacidad humana. Lo mismo sucede si usted trata de explicarle física cuántica a un niño de nueve años. Lo raro es que todos creemos en el infinito y ninguno de nosotros lo puede entender con nuestra mente finita, así que,  ya aceptamos conceptos que son inteligibles y que no tienen nada que ver con la fe.
2.- La herejía surge cuando nos divorciamos de la comunión cristiana.- La historia de la Iglesia está llena de páginas negras de hijos de pastores o evangélicos que empezaron sectas al creer que se les había dado una verdad que nadie más entendía. Mantenernos en la comunión cristiana nos ayuda a continuar por el rumbo de la sana doctrina controlándonos unos a otros y entendiendo que a nadie se le da una nueva revelación. Al separarnos de la comunión seremos fácil presa de los errores teológicos que me pueden llevar a pensar que soy un elegido.
3.- Surge de construir una doctrina a gusto de cada uno.- Un profesor mío de universidad me contó como en una iglesia de corte carismático en Venezuela, se había sacado una gigantografía con la foto de la pareja de pastores, porque el Señor le había dicho al pastor que se casara de nuevo con otra persona, y estaban poniendo la foto con su nueva esposa.
En febrero del  año pasado la esposa del pastor Benny Hinn anunció que estaba pidiendo el divorcio a su esposo. Este al principio dijo sentirse sorprendido para luego reconocer que tenían años de vivir separados y lo más incomprensible, anunció que seguiría con su ministerio, porque “nadie le impedirá que siga sirviendo a su Señor y Salvador Jesucristo”.
Estos dos ejemplos nos sirven para mirar hasta donde ha llegado la palabra del líder “ungido” a ser una verdad por encima de la Palabra de Dios, y ya somos nosotros mismos los que dejamos ver que ya no es tan importante ser “esposo de una sola mujer” o que ya el divorcio dejó de ser tan grave como para que la Palabra nos diga que “lo que unió Dios que no lo separe el hombre”.
Qué diferencia con el Dr.James Dobson que en medio de su fama decidió retirarse de dar conferencias por tres años porque sus hijos estaban en una edad que lo necesitaban con ellos. ¿No es eso acaso lo que se exige de personas que son líderes cristianos? ¿No es la familia antes que nuestro ministerio?
4.- La herejía surge de hacer hincapié excesivo en una parte de la verdad.- El ejemplo más claro seria la teología de la Prosperidad, donde se nos ofrece todo tipo de bendición terrenal, se nos ofrece un cristianismo del primer mundo, donde nada nos faltará en términos de economía. Al enfatizar el hecho de que servimos a un Dios bendecidor, nos olvidamos que se nos dice que no recibimos cosas porque pedimos mal para gastar en nuestros deleites (Stg.4:3), y que dice que debemos pedir conforme a su voluntad (1 Jn.5: 14 y 15)  y no dice en ninguna parte que Dios quiere que todos sus hijos sean ricos.
5.- La herejía surge cuando se trata de producir una religión que sea popular y atractiva.- Esto sucede cuando ponemos énfasis en lo holístico, en lo que pasa aquí, como si esto es lo único que existiera. Hemos cambiado lo que es importante y así oímos a pastores decir que lo que desean es dejar a sus hijos millonarios, o que Dios quiere que tengamos una autoestima fuerte. Cosas que hace que la gente se ponga feliz pero que no contribuyen a generar en los creyentes el carácter de Cristo.
La palabra pecado cada vez se aleja más de los pulpitos, ahora son errores y ya no hablamos de arrepentimiento sino de este Dios que quiere que vivamos en Disneylandia. La pregunta que me asalta una y otra vez es: ¿Si Dios realmente diera todas estas bendiciones y nunca la pasáramos mal, querremos irnos al cielo algún día? 

La conversación con Dios


¿Se pregunta usted, por qué pareciera que a sus oraciones les faltara algo? ¿Algunas veces se pregunta si al orar está haciendo algo mal?
La oración es uno de los privilegios más maravillosos que Dios nos ha dado, pero no siempre pensamos que es así. Aunque siempre tenemos la oportunidad de acercarnos confiadamente al trono de la gracia, y ser escuchados de inmediato por el Padre celestial, a veces nos preguntamos si nuestro tiempo delante de Él de verdad importa. Sí, somos rápidos para buscar a Dios cuando el sufrimiento o los problemas llaman a nuestra puerta, pero en realidad, ¿para qué más es la oración?

La prioridad de la oración

Dios nos creó para relacionarnos con Él, y la oración es parte vital de nuestra interacción con el Señor. Piense en su mejor amigo. ¿Cómo se desarrolló esa amistad? Lo más probable es que exigió que conversaran y pasaran tiempo juntos. Eso es exactamente lo que se necesita para cultivar una relación estrecha con el Señor. Sin la comunicación, Dios puede parecer un extraño. Él nos conoce por dentro y por fuera, pero a menos que hagamos de la oración una prioridad en nuestras vidas, no le conoceremos. Perder la oportunidad de conocer al Señor íntimamente, es una de las mayores tragedias en la vida del creyente.
¿Se da cuenta de que lo que Dios quiere es que la totalidad de su ser le pertenezca a Él, para comunicarse con usted, revelársele y mostrarle su amor? Todos sabemos que debemos amarlo, ¿pero ha pensado alguna vez en lo mucho que Él disfruta de su relación con usted? Al Señor le encanta pasar tiempo con usted. La vida cristiana no consiste solamente en cuánto usted sirve, con cuánta generosidad da, o en lo mucho que asiste a la iglesia. Lo único realmente importante es pasar tiempo a solas con Él para experimentar su maravillosa presencia.
Si quiere ver un ejemplo perfecto, basta mirar a Jesús. Aunque era el inmaculado Hijo de Dios, y Dios mismo, hizo de la oración su prioridad. Marcos 1.29-39 nos describe un día de su vida. Después de enseñar durante toda la mañana en la sinagoga, fue a casa de Pedro y sanó a su suegra. La noticia del milagro que hizo corrió rápidamente, y cuando llegó la noche toda la ciudad se agolpó a la puerta. Sin embargo, aun después de una noche muy atareada echando fuera demonios y sanando enfermos, Jesús se levantó temprano en la mañana cuando todavía estaba oscuro, y se fue a un lugar apartado a orar. Pero sus discípulos lo encontraron pronto, y comenzó otro día de duro trabajo.
¿No se identifica usted con esta historia? Por nuestros agitados estilos de vida, uno de los problemas más grandes que tenemos es apartar tiempo para la oración. Pero, a diferencia de Jesús, a menudo ponemos excusas. Me levanté tarde, y estoy demasiado cansado para orar. Tengo tanto que hacer, y no tengo tiempo. Es inútil; cada vez que lo intento, alguien o algo me interrumpen. Pero Jesús no permitió que las exigencias de este mundo le impidieran pasar tiempo a solas, de forma habitual, con su Padre. El Señor “se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lc 5.16). De hecho, en una ocasión, cuando tuvo que tomar una decisión muy importante (la elección de sus doce discípulos), “pasó la noche orando a Dios” (Lc 6.12, 13). El tiempo con su Padre no era una cuestión de conveniencia para Él, sino una necesidad absoluta que a veces requería un sacrificio.
Si Jesús consideraba esencial la oración, ¿cuánto más debemos hacerlo nosotros? Al igual que Cristo, necesitamos desarrollar la práctica de pasar prolongados períodos de tiempo a solas con el Señor. Y puesto que se trata de una conversación, para escuchar su voz hablando a nuestros corazones, debemos incluir siempre a la Biblia. Por medio de la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos guía, para que sepamos qué pedir. Al aclarar el Espíritu Santo el significado en sus páginas, aprendemos quién es Dios, sus caminos, y lo que Él ha prometido hacer. Cuando abrimos nuestros corazones para escuchar su voz apacible y delicada, y alineamos nuestras vidas con la suya, nuestra fe crece.

Obstáculos para la oración

Sin embargo, a pesar de todas las promesas de Dios, y considerando todos nuestros problemas, ¿por qué permitimos que la oración se convierta en algo secundario en nuestras vidas? Para ayudarle a evaluar y reconocer la prioridad que usted le está dando a la oración, responda esta pregunta: ¿Cuánto tiempo pasó a solas con el Señor la semana pasada —y no me refiero en su automóvil yendo al trabajo? ¿Serían cinco, diez o quince minutos? Tal vez ya es hora de que se haga un autoexamen para que determine si hay algo que le está impidiendo dar a la oración la prioridad absoluta en su vida.
EL AJETREO. Una agenda exigente es probablemente el mayor obstáculo para pasar tiempo con el Señor. Nuestra sociedad exige tanto de nosotros que estamos en peligro de ir tras lo urgente e inmediato, y no ver lo que es más imperativo para nuestra salud espiritual y, en última instancia, para nuestro éxito permanente —la intimidad con Dios. ¿Ha dejado que otras cosas sean más importantes para usted que su relación con el Padre celestial? Tómese su tiempo para pensar en las consecuencias a largo plazo de lo que usted está haciendo. Mucho de lo que hacemos no significa nada en la eternidad, pero el tiempo invertido con el Señor siempre rinde beneficios eternos.
LA FALTA DE INTERÉS. Por más difícil que pueda ser esta verdad, la realidad es que a veces no tenemos interés en la oración. Si le parece que Dios es un extraño, no tendrá ningún deseo de relacionarse con Él. La solución para este problema es familiarizarse con Él, y puesto que la Biblia revela quién es Dios, hay que comenzar por allí. Cuando lea su Palabra, inicie una conversación con el Señor; hable con Él y hágale preguntas. Después, escuche su voz apacible hablando a su corazón. A medida que pase tiempo con Él, su conocimiento, su confianza y su amor crecerán hasta el punto de que estar con el Señor se convertirá en un gozo.
LA DECEPCIÓN. A veces, nos decepcionamos de la oración, porque parece que Dios no está respondiendo nuestras peticiones. Nos parece inútil seguir haciéndolo, así que no seguimos. El problema aquí es doble. Primero, hemos limitado la oración a una operación de “pedir y recibir”, en vez de centrarnos en crear una relación con nuestro tierno Padre celestial. Segundo, hemos dado por hecho que si no conseguimos lo que pedimos, fue una pérdida de tiempo y esfuerzo. Pero Dios es muy sabio y misericordioso, y por eso no nos da todo lo que le pedimos. Al igual que un padre amoroso, hace pasar nuestras peticiones por el filtro de su voluntad perfecta, y nos da lo que es mejor, aunque eso nos cause una decepción o dificultades en el momento.
EL OLVIDO. Cuando la vida funciona sin problemas, cuando las bendiciones están fluyendo, y todo está bien, podemos tener la tentación de olvidarnos de Dios. Incluso podemos comenzar a pensar que podemos manejar la vida por nuestra cuenta. Lamentablemente, muchos cristianos hacen esto — solo buscan el Señor cuando se ven en una situación difícil. Pero el propósito de Dios cuando nos creó fue que experimentáramos una estrecha comunión con Él. Aunque el Señor puede valerse de pruebas para llamar nuestra atención y acercarnos más a Él, no debemos olvidarle en los tiempos de bendición. Recordemos que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre” (Stg 1.17). Nuestros tiempos de bonanza debieran recordarnos la manera tan perfecta y maravillosa como el Señor nos da las cosas. Por tanto, debemos tomar esas oportunidades para expresar nuestro amor y gratitud a Él.
Uno de los mayores problemas del olvido de la oración, es que nuestros sentidos espirituales se insensibilizan. Corremos el peligro de no poder escuchar a Dios cuando nos hable por medio de su Palabra, ya que no podemos sentir lo que Él está haciendo en nuestras vidas.
Pero si usted pasa cada día cultivando una enriquecedora relación con el Señor, cuando los problemas le golpeen podrá escuchar su voz, entender sus propósitos y confiar en Él. Las ventajas de desarrollar una relación con Dios por medio de la oración, son interminables y eternas.

Compromiso con una vida de oración

Un joven pastor me preguntó una vez: “Si usted pudiera darme un consejo, ¿que me diría?” Le dije que lo más importante de su ministerio era su tiempo a solas con el Señor. Si dejaba que le faltara eso, todo lo que tenía que ver con su vida y con su ministerio se vería afectado. Es lo mismo que yo le diría a usted. Mantener una relación íntima con Dios es crucial si quiere ser efectivo y fructífero.
La mayoría de los creyentes queremos tener esta clase de vida de oración. Nuestro problema no es la falta de deseo, sino de compromiso. Como todo lo de valor verdadero, hay que buscarla, pues no sucederá por accidente. Es posible que tenga que hacer cambios en su vida, pero cualquier sacrificio no será nada comparable con lo que ganará. Dios anhela reunirse con usted cada día. ¿No quisiera usted darle al Señor esto que tanto desea?

Charles Stanley.